
En las calles y las fiestas, nuestro Halloween se expresa enriqueciéndose con las adaptaciones del tiempo y de las generaciones. Su origen es más lejano que el país del norte, viene de los pueblos celtas. La celebración del Día de Muertos, mexicana, en la intensidad del amarillo cempazúchitl es para nosotros también importada de otras regiones del país. Ambas celebraciones se mezclan, y nadie lo puede evitar. Si nos empeñamos en rescatar lo nuestro, veamos al subsuelo, donde la riqueza de la cultura funeraria del Nayarit prehispánico se esconde en las tumbas de tiro, úteros abiertos en la tierra. Y que conviva con los altares de muertos y los disfraces. Influir al otro y dejarse influir es un proceso irremediable, y precisamente por eso, enriquecedor.